Hace 10 años, Fernando de la Rúa renunciaba como presidente de Argentina después de tomar un helicóptero para evitar una multitud que se agolpaba frente a las puertas de la Casa Rosada.
Los líderes de la zona euro deberían reflexionar sobre esas imágenes similares a la toma de la Bastilla.
A diferencia de lo que les sucedió a los argentinos en diciembre de 2001, quienes debieron ver pasar tres presidentes más en las siguientes dos semanas, es poco probable que las fiestas de fin de año de los europeos se vean interrumpidas por una total agitación social. Pero la dinámica de la economía que llevó a la ignominiosa partida de De la Rúa es muy similar a la europea. Si la zona euro no resuelve las tensiones creadas por los incompatibles marcos monetarios y fiscales, los 17 países miembros podrían sufrir el mismo tipo de ruptura.
En diciembre de 2001, el sistema político argentino alcanzó un punto de quiebre. Era incapaz de soportar el inmenso costo social de los recortes requeridos para cubrir sus deudas y sostener la paridad del peso argentino con el dólar.
La decisión de recortar las pensiones en 13% había demostrado ser políticamente imposible, lo que llevó a los inversionistas locales y extranjeros a sospechar que la paridad no duraría. Ejerciendo su derecho constitucional, comenzaron a demandar dólares por pesos y a enviarlos hacia cuentas bancarias en Estados Unidos. Para frenar esta creciente y destructiva fuga de dinero, el ministro de Economía, Domingo Cavallo, pergeñó una solución draconiana: congeló las cuentas bancarias.
La medida desesperada de Cavallo provocó un brote de furia descontrolada en todos los sectores de la sociedad argentina, lo que inexorablemente llevó al colapso del gobierno, seguido por la mayor cesación de pagos de deuda soberana de la historia, y una devaluación de 75% en la moneda. Hacia finales de 2002, millones de argentinos estaban efectivamente en bancarrota, un cuarto de la fuerza laboral estaba desempleada y sus ingresos per capita se habían derrumbado en términos de dólares hasta el nivel de los de Guatemala.
¿Podría ocurrir algo similar en Europa? ¿Podría la austeridad fiscal demostrar ser demasiado difícil de implementar de manera que los ahorristas griegos, italianos o españoles pierdan la fe en el compromiso de sus países con el euro y busquen refugio en los bancos alemanes? Sí, es posible.
Argentina no era miembro de una unión monetaria como la zona euro, pero su régimen de convertibilidad de una década era lo más parecido a ello. El precio que pagó por la estabilidad del tipo de cambio fue poner la política monetaria por encima de la soberanía. En efecto, las tasas de interés de Argentina estaban determinadas por la Reserva Federal y por lo tanto por las condiciones de la economía, mucho mayor, de Estados Unidos, de manera muy similar a las economías periféricas de Europa, que están a merced de las políticas del Banco Central Europeo, calibradas con las dos grandes economías centrales: Francia y Alemania.
Como experimentó la periferia de la zona euro en los primeros años del euro, el "fuerte (régimen) monetario" de Argentina inicialmente alentó un auge del crédito luego de ser adoptado en 1991. Por una década, los argentinos acumularon bienes materiales que los hicieron la envidia de América Latina.
Pero para 1999, dos años después de la crisis financiera de Asia —cuyo eco vimos en la crisis mundial de 2008-2009— Argentina se vio atascada con un tipo de cambio excesivamente fuerte que no podía competir con las devaluadas monedas de sus pares de los mercados emergentes, especialmente el real de Brasil. Simplemente no podía vender suficientes productos para generar las divisas extranjeras necesarias para pagar su inmensa deuda. He allí la ruptura.
El hecho de que Argentina eventualmente volvió a ponerse de pie y ha disfrutado de un fuerte crecimiento por ocho años consecutivos inevitablemente alentará a aquellos que piden cesaciones de pagos de la deuda en Europa y una división del euro. Pero gran parte de la recuperación de Argentina fue alentada por un aumento sin precedentes en la demanda china de soya y otros cultivos argentinos, sin mencionar que estuvo sujeta a estadísticas extremadamente dudosas de parte del gobierno. El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner ha dejado a su país dependiente de una agricultura de monocultivo y amenazado por una creciente inflación.
Argentina no es un lugar estable. Los líderes de la zona euro tienen todos los incentivos para evitar repetir el escape en helicóptero que protagonizó De la Rúa.
Dow Jones.
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